Campanas de Armisticio

 

Quédate bien para mí, amor.

Tal como los tiempos en que

nuestros antepasados salieron

para la guerra, o en búsqueda

de nuevos hogares en orillas distantes;

sus amantes les esperaba, agarrando

cartas dobladas en manos plegadas.

Cartas que viajaron a través del tiempo

para llegar; así mis pensamientos

rompen limites, para encontrarte.

Cómo ellos esperaron;

yo también, te espero, ahora.

 

Tus manos se sienten tan distante

que un campo que exploré cuando

yo era jovencita; tu aliento

tan cercano que mi propio latido.

Tu amor, un santuario cuyos

confines anhelo visitar en estas noches

solas, largas. Tu cuerpo es un altar

sobre que necesito sacrificarme

otra vez, y pronto. Tu beso, una

cascada de la esperanza, en tierra seca,

tus brazos, una manera

para perderme, sin llevar máscara,

 

sin toque de queda. Te abrazaré

hasta que suenan las campanas de la

la iglesia en la mañana, para lamentar

los muertos y guiar a los perdidos

y los asustados; soy quizás contada

entre ellos pero no es aún mi propia

muerte que temo. Es que nosotros

no supimos esa última vez, será ultima

por tanto tiempo. Espero en mi hogar,

tú, en el tuyo; esperamos un nuevo

tipo de la armisticio, por el silencio

de campanas de alarma; esperamos

que aumente el humo señalando, todo claro.

Una época nueva, ¿podremos gestionar,

nueva manera también

para aceptar el amor,

después de que tanto fue hecho,

para separarnos?