Notas de un viaje a la tierra de mi nacimiento

escrito para actividad regular de Casa los Altos

El arte es una aventura amorosa

del tiempo completo;

y nunca fue diseñado

para ser enforzado entre horas robadas

del reloj de la chimenea;

nunca cupo entre el discurso casual,

o el tedio de “ganar una vida.”

La creación de arte es

la liberación de vida, la santificación

de tierra sagrada para la entrega

de cosas malentendidas e invisibles.

 

Vengo de una línea

de almas prácticas.

Medimos días por productividad;

mi madre camina nerviosamente

a través de la casa, relimpiando

la misma superficie 3 veces al día;

sus manos, siempre ocupadas

en el arreglo de algo. Ella es también

artista pero ocasional; ella pone

sus sueños en un portalibros

para ser despolvoreados diariamente

pero leído, después del trabajo.

 

Ella nos amonesta, “No tengo el lujo

de tomar siesta en la tarde” si cerramos

los ojos unos minutos. Yo camino

sigilosamente a la media noche;

en esas horas en que el amor por un hombre

es dibujado atrás de la cara de la luna

en las ramas de un roble que los

gorgojas no mataron. Mi arte

no es opcional; es mi respiración,

mi aventura de amor con el hombre,

atado a la tierra y adjuntado al cielo

por mis propias raíces.

 

Soy el miembro más impráctico

de mi tribu familiar. Deseo que sabia

como alcanzar distancias generacionales;

deseo tener el coraje para ayudar

a mi madre comprender esta hija;

y contarla, “y Yo nunca tuve el lujo

y paz mental para dormir

una noche entera.” El arte es

el empleador más exigente que

el corazón humano una vez nos

inflijo; y yo nunca fui nada

sino su sirviente inadecuada.