Estos Primeros Años

Hoy, se llovió. Y yo estaba pensando en ti.

Agua cayó fuerte. Como guijarros.

Como esperanzas pequeñas

y miedos tontos diarios. Agua salpicó

hacia arriba- desde el suelo- en esos

erupciones de volcán, en minúscula,

con olor de la tierra, y yo estaba

pensando en ti- tus manos,

y la fuerza vendaval de tu risa.

 

Agua flujo en capas desde los planos

de los techos de los vecinos, en cascadas,

como una hoja temporal de casi vidrio

separando los habitantes de casa

del mundo rededor;

y yo estaba pensando en ti.

 

Tu. Sólo tú. Y la manera inevitable

en que rememoramos sobre estos primeros años

cuando nos ponemos más viejo. Tu,

en el mismo modo en que un libro

cuyo corazón sea abierto a la lluvia

es transformado, como yo. Cómo sal.

 

El aire hoy trajo premoniciones

de diciembre. La Lluvia llevó:

las miradas feroces

de vecinos desaprobatorios

de pueblos pequeños,

y el aroma de levadura ascendente 

de cosas aun no formadas,

de pan aun no horneado.

De la lumbre del corazón.

Un año más enfrente de nosotros.

Otro año de polvo esperando su turno

en cola

para convertirse otra vez, en agua.

 

Un año más de gotas de lluvia

y luz plateada de la luna,

de estos piedrines como esperanzas

y rocas gigantes de deseos

medio sumergidos. La fertilidad del polen

de árboles y rituales de cortejo

de mirlos colgándose arriba hacia abajo

de las ramas afuera

de mi ventana, cada mayo.

 

Un otro año en que estoy segura

que te amaré. De libros en que recordamos

la luz del sol mientras que las nubes

de tormenta se juntan, y el cielo

brilla con efectos estroboscopios celestiales,

y todo eso, cada último detalle maravilloso

de todo esto-

me seguirá diciendo, para pensar,

en ti.