el día de PamukA Story by rafael mayaEl día de Pamuk En lo más álgido del día, la hora, el lugar, todo quedó a punto. La preparación para ese momento estuvo llena de expectativas, como si cayeran los gránulos en un reloj de arena hasta acabar con el último. Entré al salón de actos más importante de la Feria Internacional del Libro. Vi descolgar los carteles gigantes para prender en su lugar los de Pamuk. Cuando la sala estaba lista, los asistentes colmaron el lugar en sólo unos minutos, hasta que el hizo su entrada acompañado por Rosa Montero. El público, en estruendosos aplausos, lo recibió. La cara del Nóbel Orhan Pamuk denotaba mucha alegría, con pequeños, casi imperceptibles gestos daba las gracias. El tomó el asiento de un lado y del otro, Rosa Montero, menuda, con la fuerza expresiva de los años que la marcan con ligeras arrugas, mostrando la experiencia de escritora que desde hace tiempo es reconocida por sus lectores. Se sentaron a la mesa larga, larguísima, cada uno con su micrófono y fue ella quien, como preámbulo, lo presentó; indicó que más que una conferencia sería una sesión de preguntas y respuestas. Por supuesto habría traducción simultánea para aquellos que no entendieran en inglés. Los dos pueden ser angloparlantes ;sin embargo ella tiene el castellano como lengua materna y Pamuk, escribe y habla en turco. Hace unos meses, Rosa hizo una muy buena reseña de él presentada en Babelia, la sección cultural del periódico español El País que cada sábado sale. Basado en este antecedente, ella construyó las preguntas al entrevistado. Sus respuestas yo ya las conocía, sus libros los he leído todos, pero al hombre de carne y hueso, al Nóbel, lo escudriñaba en su ser, queriendo enterarme cómo un escritor de su talla me había iluminado de la historia, los lugares, los personajes de la Turquía que mi familia de procedencia a pesar de haber nacido ahí nunca me transmitieron. Después de casi dos horas de una observación minuciosa salí de la sala pensando en el Orhan que dibujó toda su niñez y que pasó sólo un año en la Universidad queriendo ser arquitecto, dejando de golpe esas metas, y que tomó la decisión de escribir y escribir y escribir hasta convertirse en lo que ahora es. Sabía que en la tarde nuevamente habría un panel de escritores mexicanos para conversar con el, sobre su más reciente novela “El museo de la inocencia” también la última de mis lecturas. Los expertos cuestionaron al escritor acerca de su obsesión y fetichismo que dieron como resultado una novela larga, que esta pintada de amor y desamor sufrido por sus personajes. También analizaron la sociedad turca de los años 60 y 70, su división social, los golpes de Estado de esos tiempos, la creación del nuevo cine nacionalista. Interesante fue escuchar a los escritores mexicanos ¡caray: con qué conocimiento abordaron todos los temas! Al final sólo restaba acercarme a Pamuk para entregarle un pequeño mensaje y para que estampara su firma en dos libros y con eso el día quedaría redondeado. Hice lo mismo que todos: una larga fila y por fin, me encontré ante Orhan Pamuk, sentado en una mesa. Le entregué mi mensaje escrito en inglés y en turco, le dije algunas palabras; me sonrió y con su pluma fuente firmó sus libros para mi. El día de Pamuk terminó cuando llegué al hotel, destapé una lata de casi un kilo, llena de hojas de parra de Turquía y las compartí con todos de los que me encontraba rodeado. Rafael Maya
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Added on August 27, 2012 Last Updated on August 27, 2012 Author
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