Relato EL LAZO EN LA CAÑAA Story by Luis TamargoColección "Son Relatos", (c) Luis Tamargo.Margari Noiz destacó siempre, incluso desde niña, su madre se encargó de ensalzar con una enorme lazada blanca su negra cabellera no bien hubo tenido la suficiente cantidad para recogérselo arriba y, después, a ambos lados en dos pobladas y hermosas coletas. De entre todos, era inconfundible y reconocible por sus cuidados lazos blancos de adolescente que siguieron acompañándole en sus años de juventud, realzando su figura esbelta que tan elegantemente contoneaba. Así, Margari creció en el seno de una familia también destacada, sino adinerada al menos distinguida por la riqueza que su padre, capataz de la antigua plantación de bambú, supo recolectar a base de esfuerzo y continuada dedicación. Sin
embargo, son los caminos del amor insospechados desde sus comienzos y, así, la
joven vino a enamorarse del muchacho aquel que trabajaba en el cañaveral, junto
a la gran playa, de aspecto tosco, semisalvaje, rudo y ágil, pero de suave tez
oscura y profundos ojos de miel. Nunca se olvida la primera vez. Margari entró
en la plantación, al caer la tarde, siguiendo las huellas de terciopelo del bello
muchacho que la llevaba de la mano. Entre las cabañas, en la de los aperos,
allí, él fue desnudándola con calma… Tan solo la dejó vestida con aquel gran
lazo blanco que ceñía la larga melena de lacio cabello negro que resbalaba por
su espalda, para amarla. Margari conoció el sabor cálido de la piel amada y,
así, estremecida en temblor de tiernas caricias, se durmió entre sus brazos,
abrazada al salvaje amor, al único capaz de haber conquistado sin rendición su
corazón temprano. En ese mismo candor de los cuerpos recién estrenados al amor
fue donde se despertó al impresionante espectáculo que se extendía ante sus
ojos… Toda la orilla de la playa estaba sembrada de cañas de bambú y, cada una,
con un lazo blanco que el viento hacía ondear en armoniosa danza. El regalo de
amor que aquel muchacho le dedicó siempre lo recordaría, incluso más tarde,
después que su primer amor marchara y desapareciera para siempre.
También alcanzó la pintora Margari Noiz un lugar destacado en el correr
de los años. La firma de la artista adquirió prestigio y renombre; paseó sus
obras por variadas y diversas galerías a lo largo de medio mundo. No obstante,
regresó a la playa, prefirió escoger la solitaria compañía de aquella orilla
que tantos recuerdos entrañables escondía para ella. Allí erigió su casa, a pie
de playa, y desde el porche de su amplia terraza, cuyos pilares descansaban en
la misma arena que pisó de pequeña, podía contemplar y entablar estrecha
comunión con su playa de ensueños. Sobre todo ahora, cuando se apunta el final
para dejar adivinarse, cuando había dejado a un lado los pinceles, debido a una
artritis degenerativa que le impedía sostener otro objeto que no fuera el
bastón de bambú sobre el que torpemente se apoyaba para moverse. No perdonaba,
sin embargo, su paseo marítimo al borde de las olas, aunque tanta playa ahora
le sobraba para recorrer en toda su extensión sino con la memoria. Esta
mañana, sin embargo, Margari se ha tropezado en la orilla con una viva
sorpresa, un reaparecido recuerdo que, asustada, le ha sobrecogido hasta
conseguir inquietarle… Clavada en la arena de la orilla y bañada por las
últimas olas moribundas, una caña de bambú, enhiesta y arrogante, otea el
horizonte, adornada con un gran lazo blanco que la suave brisa marina vapulea…
Le ha parecido escuchar al viento una canción olvidada y, sin sobreponerse, ha
regresado hacia el porche de su casa, aunque a duras penas, ansiosa y jadeante. Hoy
leí la noticia en la prensa y me trajo el recuerdo de la historia que mi viejo
compañero de viajes me contó en una de nuestras travesías oceánicas, en los
buenos tiempos, cuando la juventud navegaba con su propia vela. La foto de la
recién fallecida pintora que venía en el periódico me hizo pensar que aún podía
haber durado algunos años más. La encontraron sentada en el porche de su casa
en la playa, con la boca y los ojos abiertos, rígida. Mi viejo amigo de
correrías me aseguró haberla llegado a conocer y, no quise entonces creerle,
pero me confesó incluso haberla enamorado. Recuerdo vivamente su imagen,
intrépida y aventurera; él sí que fue un viajero impenitente, me pregunto qué
habrá sido de su vida ahora que los años se han ido amontonado… Doblé el periódico bajo el brazo y me incorporé del entumecido banco del jardín para regresar de vuelta al asilo. La tarde iba cayendo, implacable. El autor:
*Es una Colección "Son Relatos”, (c) Luis Tamargo.-
© 2018 Luis Tamargo |
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Added on March 29, 2008 Last Updated on August 13, 2018 AuthorLuis TamargoSpainAboutEl autor, LUIS TAMARGO, es natural de Santander, en el norte espanol. Documentalista clínico de profesión, curso estudios de Letras y Humanidades y ha publicado "Escritos Para Vivir" .. more..Writing
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