Torturando a PavlovaA Story by donchetoLa espía rusa Pavlova Semiónov es torturada por el experimentado verdugo Tiberio SantacroceTiberio era el torturador jefe de la base secreta de Terni. El mejor servicio secreto del mundo, el italiano, confiaba en él para arrancar cualquier tipo de confesión de las desgraciadas prisioneras. Y cumplía con su trabajo religiosamente. Ninguna mujer se le había resistido hasta aquél momento. Ningún otro torturador del mundo era capaz de igualarle por una lógica razón: Tiberio no dañaba a sus prisioneras. Podía mantenerlas en un infierno de dolor y súplicas durante horas, e incluso días enteros. Y todo esto sin producir apenas daño físico en la suplicante víctima, diferenciándose de pobres torturadores con picanas y potros. Tiberio se relamía de gusto poniéndose el uniforme aquella tarde de abril. La Agencia Informazioni e Sicurezza Interna había capturado a Pavlova Semiónov, una experimentada espía rusa con importante información sobre armamento nuclear. No le faltaba formación: militar de profesión, con formación médica, un doctorado en Geografía... y por supuesto conocía técnicas para resistir torturas. Si había un hombre en Italia que podía extraerle todos los secretos, era Tiberio. ----- En cuanto el verdugo entró en la cámara de torturas pudo apreciar una impresionante visión: la bella mujer rusa estaba atada a la cruz de tortura. Este aparato no era más que porno mexicano un soporte metálico erguido con cadenas donde era inmovilizada la víctima. Estaba expresamente diseñado para que el coño y los pechos destacaran sobre el resto del cuerpo. Y vaya cuerpo. Unos pechos perfectos eran la cúspide de unas esculturales y largas piernas. Un monumento a la belleza construido con innumerables entrenamientos en diversas disciplinas. Tiberio se acercó a los pies de la mujer y sin mediar palabra, comenzó a hacerle cosquillas en la planta de los pies. La víctima -quien seguro esperaba una tortura más "fuerte"- soltó una tremenda carcajada. Las manos del experto verdugo subieron por su cuerpo torturando costados y axilas sin descanso mientras Pavlova trataba de escapar por todos los medios, sin conseguirlo. - ¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ!! ¡¡PPARA POR FAVOR!! Tiberio siguió cosquilleando más y más mientras la perra rusa suplicaba que se detuviese... ...hasta que, aprovechó el desconcierto de la víctima, y con unas tenazas de tortura que se encontraban en la sala, le retorció un pezón. El terrible grito de dolor de la rusa no se hizo esperar. El torturador permaneció impasible y le retorció también el otro pezón. - ¿Cuántas vueltas crees que puedo darle a tu pezón antes de arrancártelo? - le dijo. Obviamente era un intento de intimidar a la víctima, pues Tiberio nno pensaba hacerle ningún daño irreversible. Pero sus palabras tuvieron un fuerte efecto psicológico. Acto seguido, el experimentado verdugo cruzó la habitación y volvió con unas pinzas con pinchos, de aspecto amenazador, que colocó en los pezones de la víctima. Mientras empezaban a manar gotitas de sangre de sus tetas, el torturador activó en el otro lado de la sala un instrumento de tortura que él mismo había diseñado. Era una máquina de tortura a base de agua. El funcionamiento era sencillo: se lanzaba un chorro de agua a mucha presión contra el clítoris, de forma que provocase un dolor constante. Para más sufrimiento de la torturada, el ingenio alternaba entre agua caliente y fría cada unos 3 segundos, provocando un sufrimiento insoportable. Claro que para no oír los gritos de sufrimiento de aquella zorra rusa, Tiberio le puso una mordaza en forma de polla. Y, aprovechando el viaje, conectó las pinzas de los pezones a una máquina. Ésta no era más que un generador eléctrico que lanzaba doloros -pero inofensivos- pulsos eléctricos contra sus sensibles pechos cada 5 segundos. La pobre Pavlova ya no tendría tiempo para dejar de gritar... si es que pudiera, claro. Nuestro torturador se alejó levemente y disfrutó de la imagen de la bellísima rusa sufriendo aquellas dos torturas simultáneas. Apenas podía contenerse la erección, así que empezó a masturbarse. Pero cuando se acercaba al éxtasis (cosa por cierto fácil con aquella excitante imagen), se le ocurrió una cruel idea. O mejor dicho, dos -y doblemente crueles- ideas. Primero cogió el tarro de cera que siempre mantenía al fuego, y con un pincel la extendió por las nalgas (introduciendo una pequeña cantidad en el ano) y el vientre. No era difícil ver como la piel se enrojecía. La excitación de Tiberio creció enormemente imaginándose el suplicio que debía estar pasando la pobre rusa. Y ahora llegaba el golpe de gracia. El torturador se colocó detrás de la cruz de hierro y, sin piedad, comenzó a cosquillear las axilas de Pavlova. Esto fue el summum. Unido a los suplicios de el agua, la electricidad y la cera, ahora sufría también la terrible tortura que pueden llegar a ser las cosquillas. El nivel de excitación del torturador era tal que se prometió parar sólo cuando no pudiese aguantar más tiempo sin masturbarse. Pasaron unos cuantos minutos -aunque para la pobre víctima parecieron horas- hasta que Tiberio apagó las máquinas, le quitó la mordaza y le consultó: - Puta. Si no me cuentas ahora mismo todo lo que sabes, volveré a encender todos los aparatos y te quedarás aquí un día entero - NO!! Hablaré. Y vaya si habló. Reveló todos y cada uno de los datos que conocía -que obviamente no se mencionarán aquí-, e incluso suplicaba que le dejasen contar más cosas. Porque sabía claramente lo que le esperaba después. Y es que Tiberio la sacó de la cruz sólo para atarla en el suelo y violarla salvajemente una y otra vez por todos sus orificios, mientras la azotaba, la cosquilleaba y quemaba con un mechero las cogidas plantas de sus pies. Una vez que se hubo desahogado -y que hubo dejado a la prisionera en el calabozo para que sus subordinados disfrutasen de ella-, se le ocurrió consultar el reloj. En apenas una hora había torturado, quebrantado y violado a una de las espías más peligrosas. Todo un récord. © 2014 doncheto |
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