Dura pruebaA Story by donchetome tumbo completamente desnudo boca arriba y haciendo de mi cuerpo un aspa espero impaciente el contacto de las cuerdas..No puedo zafarme de los golpes que llueven incesantes sobre mi sexo, sobre mis
Me pone la correa trenzada en mi cuello y tirando me hace acompañarle a otra habitación.
Es un sucio cuarto interior, antesala al cuarto de baño, sin ventana, con el papel que antaño forraría las paredes desgarrado y una vieja cama como único mobiliario es un somier grande y viejo cubierto por una manta sobre cuatro patas de hierro. También hay un baúl centenario. Siguiendo sus órdenes me tumbo completamente desnudo boca arriba y haciendo de mi cuerpo un aspa espero impaciente el contacto de las cuerdas. Teresa me ata con finas tiras de cuero a las cuatro patas, se entretiene tensando mi cuerpo. Aunque la sombra dueña de la habitación hiela mi cuerpo por dentro, nos sonreímos. Ya impotente, ella se quita las zapatillas y se baja cuidadosamente los pantys. Los tira encima de mí, se quita las bragas y hace con ellas una bola. Las introduce en mi boca con el dedo y haciéndome levantar la cabeza acaba la mordaza atando los pantis. Ya no puedo gemir ni moverme. Se sigue desnudando ante mí y abre el arcón. Saca unas altas botas de látex y se las pone estirando el entramado de cordones, luego acaba por ponerse unas bragas, unos sujetadores, largos guantes de látex y una capucha. A través de los agujeros de sus ojos me mira con frialdad y esgrime un látigo de seis o siete cuerdas de cuero trenzado. Está realmente hermosa. Ahora viene cuando te azoto. Quiero conocer tu aguante y cómo reacciona esa cosa. Lanza un primer azote directo a mi pene cortando el aire con un zumbido. Me da de lleno y descubro la efectividad de las cuerdas. Me gusta tu polla. Empieza a azotarla, no muy fuerte pero sí rápido. Duele. Hago pruebas de protegerme pero es imposible, chillo bajo la mordaza. A medida que continúa azotando crece el brillo de sus ojos. No debería estar así de dura después de lo que está sufriendo, ¿No crees? No puedo zafarme de los golpes que llueven incesantes sobre mi sexo, sobre mis muslos. Tenso mi cuerpo a cada golpe y muerdo la mordaza con todas mis fuerzas. Abro los ojos y borrosamente veo a mi castigadora enmascarada. Reclinada a los pies de la cama mueve el látigo con habilidad, repartiendo los golpes sin pausa. Está disfrutando. Detiene el castigo y la veo cómo se toca por dentro de las bragas de cuero. Respiro hondo por la nariz y consigo relajarme un poco. Mi cuerpo está completamente bañado en mi propio sudor y escucho mi corazón golpear con fuerza en mi interior. Se sienta al borde de la cama sonriendo. Me besa un instante en la frente y acaricia mi pecho. De cuando en cuando tira de los pelos. Me encanta teneros así.- Me susurra a oído- Veros atados a mi cama, impotentes, entregándome vuestro cuerpo para mis caprichos. Habéis sido muchos los hombres que habéis pasado por aquí. Muchos han aceptado de mala gana éste tratamiento, pero todos se empalman. Entonces azoto vuestro sexo expuesto. Sí, y cuanto más duro es el castigo más dura se os pone. Me siento la castigadora de todos los males que ha causado vuestro sexo al mío, y eso me encanta. Han llegado los días en que las cosas cambian. Siglos y siglos dominado y castigando a las mujeres, ahora nos toca a nosotras y yo soy el ángel negro castigador " Ríe. Yo querría responderle que sí. Que pienso lo mismo. Que le imploro que siga y haga de mí lo que le plazca. Estoy hundido en un oscuro pozo de obsesiones, en el cual no puedo sino hundirme más y más; porque quiero. Es lo único que deseo en estos momentos. Pese a todo, sus ojos líquidos me infunden temor. Su satisfacción cuando me golpea me aterra y me atrae. ¿Ves? Tú eres igual. Has vuelto a empalmarte. Quieres más. Va al baúl y saca una gruesa vela de color negro que enciende con el mechero. Se arrodilla a mi costado y la mueve hasta producir cera. Lentamente, inclina la vela y la cera se desborda sobre mi polla. Estiro todo mi cuerpo y chillo bajo la mordaza. Las gotas se han derramado en la base del pene y su ardiente contacto se esparce por mi piel encendida. Mi dolor es profundo y no agoniza hasta que la cera ha secado. Temblando le lanzo una mirada compasiva. No me creo capaz de aguantar ese dolor. Solo las cuerdas y la mordaza me obligan a soportarlo. Ella no va a detenerse, no va a escuchar mis ojos. Ella tiene un castigo que cumplir y una nueva víctima indefensa a la que utilizar. Sus más oscuros deseos hará reales aunque gima y me retuerza. No va a parar. Se quita un guante y agarra el prepucio con las yemas de dos dedos apretando con ligereza sobre la carne débil y brillante, juguetea con él y tira un nuevo chorro de cera. Muevo las caderas todo lo que me permite mi posición y ella oprime mi capullo con mas fuerza, clavando las uñas. Solo así, ante la nueva amenaza, me quedo quieto, sumiso, esperando otra vez el ardiente contacto. Tira varias gotas más. La cera resbala para PORNO abajo y salpica mis huevos. El dolor ha hecho que mi pene sea ahora solo un pellejo y ella empieza a meneármela con su mano enguantada. La agarra con fuerza y estira la piel del capullo tan para abajo que parece que vaya a romperse. Venga, empálmate, macho. Enséñame lo gorda que la tienes. Mi miembro vuelve a plantarse de nuevo a la espera de su castigo. La vela carraspea sobre la carne trémula, bulle la cera y nuevas gotas caen sobre mi polla, desde la raíz al glande, del glande a los testículos. Vuelve a deshincharse con el dolor y agarra la piel del capullo y la acerca hacia sí con fuerza. Abofetea mis cojones con golpes rápidos, aprieta ahora uno, ahora otro, pellizca la piel y vuelve plantarse. Más cera. Desde que me ha atado a la cama, no ha hecho más que castigar mi sexo, como si yo realmente no existiese, no importara. De nada han servido mis gritos ahogados. Mi pene y ella parecen tener una conversación particular de amor y odio. Me masturba para volver a empalmarme. La cera se desprende con el rápido movimiento de su mano. Córrete. Quiero tu esperma. Gustosamente se lo daría, pero cuando parezco a punto de correrme se detiene, se incorpora y me azota sin compasión. Me ha engañado Ya no chillo, giro la cara y aguanto estoicamente como si ya los golpes no me importaran. Estoy llegando al grado de sumisión que ella quiere de mí. La veo ahora blandiendo una fusta en su mano, la boca abierta como de éxtasis, sus ojos devorándo mi desconsolada imagen. sus pechos prietos dentro del cuero como a punto de explotar se bambolean a cada golpe. milagrosamente, el dolor remite y se funde en un placer extraño. Los latigazos ya caen por todo mi cuerpo y mi pene vuelve a plantarse encima de mi tripa. Estás progresando, Duado. No sé realmente en qué. Te creías amo y solo eres un buen esclavo. ¿Ves? El dolor se aprende enseguida a soportarlo si lo identificas con el placer. Ya sabes que conmigo no valen las súplicas. Así quiero que sea y así ha de ser si me quieres volver a ver. Como aguantas bien, creo que no estará mal recompensarte. Se arrodilla a mi lado, acerca la boca a mi polla y la relame y muerde. Luego se la mete hasta el paladar, la absorve. Vuelve a ponerse wl guante y me mansturba con fuerza envolviendo con sus labios la punta de mi verga. rápidamente me corro abundantemente dentro de su boca. Escupe el semen sobre mis cojones. Luego se ausenta un momento, aparece con una silla y se sienta frente a la cama. Me observa a través de la oscuridad de la capucha y se quita el pequeño arnés de cuero que le levantaba los pechos y roza con sus dedos la punta de sus pezones erectos. Sin dejar de mirarme mete mano dentro de sus bragas y comienza a masturbarse, primero poco a poco, luego a un ritmo alocado. Resoplando con ímpetu masculla palabras que no entiendo bien. - Voy a hacerte un cinturón de castidad, como hacíais los hombres con las mujeres. No te soltaré, me mearé encima de ti, serás mi water, te exhibiré ante todos. Te gustaría joderme, ¿eh? Pues no me más a tener. Nunca. Tu dolor es mi placer. Entonces se corre. Estira las piernas, tiembla se convulsiona y grita. Entonces se levanta y en el umbral de la puerta lanza su última mirada, apaga la luz y se va a largos pasos. Sobre el somier. En mi indefensión, en mi impotencia, en mi tormento, me siento feliz, como si hubiera superado una dura prueba. © 2014 doncheto |
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