Diario de Luis #6

Diario de Luis #6

A Story by Vicente Santander
"

Diario de Luis el Cocodrilo. Sexto registro.

"

Hoy llovió. De hecho, aún continúa lloviendo. Mientras escribo estas letras puedo escuchar claramente el sonido de las gotas de lluvia impactando contra mi techo, lentamente aquellos ruidos devoran todo el ambiente. Es relajante. Me agrada y bastante. Es como si por un momento todos los pensamientos se fueran y son reemplazados por el tenue sonido de la lluvia. Nada más que la lluvia. Hoy tuve muchísimas reflexiones mientras me dirigía hacia mi casa, reflexiones acerca de la lluvia, de la vida, del amor, del sexo, del odio, entre otras cosas. Pensé mucho en demasiadas cosas, tantas que es difícil para mí recordar con exactitud cada una de ellas, pero aun así me parece importante escribir aquellos pensamientos de los que me acuerde en este diario ya que si no es aquí ¿dónde más podría ser? Bueno todo comenzó cuando volvía a mi casa. Me encontraba caminando hacia un paradero de micros utilizando dos capas de abrigos. Tenía ambos gorros, tanto el de mi polerón como el de mi parca puestos. Pero no podía evitar sentir que algo andaba mal. A mi alrededor la gente parecía correr de la lluvia, buscaban refugio, la evitaban, les desagradaba. Pero a mí no…de hecho me di cuenta que me gustaba y mucho. Y me dije a mi mismo ¿Para qué cubrirse? Inmediatamente me saqué ambos gorros, cerré los ojos, miré hacia arriba y comencé a sentir las gotas de lluvia en mi pelo y cara. Podía sentir el frio aire arremeter contra mi cabeza cada vez que un auto pasaba rápidamente cerca de la vereda por la que caminaba. Pero a mí me gustaba. De hecho, me encantaba. Me gustaba demasiado sentir aquellas gotas en mi cuerpo, sentir la lluvia en sí y lo que esta trae consigo. Me di el tiempo para observar como cambiaba el mundo cuando llovía. Todo parecía verse más claro y nítido a pesar de la constante lluvia. La cordillera parecía ser lentamente consumida por unas blancas y hermosas nubes. De vez en cuando podía verse la punta de las montañas las cuales estaban incluso más blancas que las mismas nubes que la consumían. El césped parecía estar cubierto de centenares de hojas marrones, rojas, violetas y amarillas. El aroma era aquel de la tierra mojada. Todo era bellísimo. Continúe caminando sin preocuparme por mojarme o nada por el estilo y comencé a sonreír. Me traía felicidad y realmente no sé por qué, sin embargo, decidí no cuestionarme esta felicidad y simplemente disfruté. Luego decidí removerme mi parca y estar solo con mi poleron encima de mi polera, sin embargo, aún no tenía ni la más mínima intención de cubrirme. Guarde mi parca y continúe caminando. Camine por un minuto o más y llegue al paradero. Había un par de personas más, todos con paraguas y completamente tapados en la medida que su vestimenta les permitía. Note que un par de señoras me miraron extraño, creo que no comprendían por qué decidía mojarme teniendo la posibilidad de resguardarme de la lluvia. Pero la verdad es que no había porque resguardarse. Cada gota que caía en mi cara se sentía increíble. Mi pelo mojado no me molestaba para nada.

Me quede largos minutos en ese paradero esperando sin prisa a la micro. Me agradaba contemplar la lluvia, los charcos que se formaban en las veredas, el impacto que cada gota realizaba al caer en aquellos charcos y los torrentes de agua que generaba en las calles como una huella de su presencia. Admiraba las gotas de agua que de una manera majestuosa pendían de las ramas y hojas de los árboles para finalmente caer una tras otra de una manera sincronizada casi como el constante tic-tac de un reloj. Simplemente observaba todo a mi alrededor y era maravilloso. Hasta que finalmente arribo la micro. Estaba llenísima y para poder lograr pasar tuve que hacer uso de la fuerza. Logre apretujarme dentro de la multitud de gente. Estaba cálido en el interior, pero a la vez hacinado. Me sorprendió ver las caras de todos los pasajeros. Todas daban cuenta de gran incomodidad, de cierta molestia por encontrarse en esta situación, con frio, mojados y en una micro demasiado pequeña para la cantidad de gente que había dentro. Y a pesar de todo esto yo seguía feliz…no, eso no era. No era felicidad propiamente tal, sino que sentía una enorme…paz. Sí, eso era. Me encontraba en paz. Y eso es raro. Por lo menos para mí lo es. Era extraño ya que dada la situación todo se prestaba para estar malhumorado o molesto pero no, por lo menos así no era en mi caso. Estaba bien. Y comencé a esbozar una leve sonrisa. Esa sonrisa pequeña donde solo se curva un extremo de la boca y si hay suerte el otro también. No podía evitar sonreír. A pesar de la gran incomodidad, de la presión que ejercía el resto de la gente, a pesar del frio y el hecho de que estaba completamente mojado, por alguna razón yo sonreía. Y me pareció llamativo y parece ser que a una señora también ya que mientras observaba hacia el exterior a través de las ventanas de la micro me di cuenta que una señora me miraba con cierto grado de extrañeza. Me miraba como un ser extraño y creo que eso se debía a que estaba sonriendo. Nadie más lo estaba haciendo y supongo que le pareció extraño. Me pareció curioso aquello pero no le preste demasiada atención, me voltee, tome mis audífonos y comencé a escuchar música.

Bueno eventualmente la micro me dejo en mi destino y comencé a dirigirme hacia mi hogar. Pero de vez en cuando entre la gente que caminaba apurada con paraguas o sus bolsos sobre sus cabezas para protegerlos de la lluvia yo me detenía. Dejaba que las gotas de lluvia empaparan mi cabello y me daba un momento para apreciar la cordillera, la hermosa cordillera. Tenía un aire majestuoso y épico con su nieve y las nubes que la rondaban. Era casi místico. Decidí detenerme bajo la lluvia para admirar lo bello que se volvía todo gracias a esta. De vez en cuando cerraba los ojos y absorbía toda esta tranquilidad que para otros parecía ser caos. Después de una leve pausa continúe mi camino y comencé a reflexionar en muchas cosas, pero más que nada en la lluvia. Empecé a rememorar viejos tiempos donde algunas lluvias me traían cierto grado de malestar o melancolía, pero a la vez otras me traían una alegría enorme y llegué a la conclusión que al igual como uno puede encontrarse con centenares de personas distintas uno a la vez puede llegar a toparse con cientos de lluvias completamente diferentes a las anteriores.  Algunas llenas de bondad, otras llenas de terror, algunas traerán consigo recuerdos nostálgicos y melancólicos, otras se convertirán en la llama necesaria para brotar la inspiración en alguien, otras vendrán con nada más que pena, otras hasta podrían traer lujuria. Pero esta a mí me traía una enorme sensación de paz, me hacía pensar que por un pequeño momento todo estaba bien y no importaba nada más. Y fue este el pensamiento que hizo que recordara una frase la cual si no me equivoco pertenece al gran Bukowsi. Esta frase va así: “El buen clima es como las buenas mujeres, no siempre llega y cuando lo hace nunca dura.” Y bueno me puse a pensar ¿Qué es un buen clima? ¿Qué es una  buena mujer? Y pensé esto ya que veía a mi alrededor gente la cual corría despavorida para ocultarse de esta lluvia, pero a mí me traía paz, pero a la vez hay ciertas lluvias que me traen alegría como al mismo tiempo hay lluvias que me atemorizan, y puede ser que aquella lluvia que a mí me trae alegría a otros les traiga una pena aplastante, puede ser que la lluvia melancólica sea la lluvia de rabia de otros. Al fin y al cabo me dije a mi mismo No existe un buen clima o uno malo. No existe uno que siempre será malo y otro que siempre será considerado bueno. Por lo menos a mi me encantan climas que otros detestan y viceversa. Esto me llevo a pensar en lo que es una buena mujer. Y no me refiero a aquella mujer que supuestamente tiene que ser femenina, no decir garabatos, portarse como dama y estar siempre presentable, no me refiero a la supuesta buena mujer que la sociedad espera. Eso es una basura. Cuando pienso en una buena mujer pienso en una persona de buenos sentimientos, de corazón bueno, pienso en una mujer que te ayuda a crecer como persona, pienso en una persona que jamás te hará daño adrede, una persona en la cual se podrá confiar y ella podrá confiar en ti, una persona que lo respete a uno y a la vez una mujer que imponga el respeto que se merece, una mujer que se empodere de sí misma y su sexualidad, una mujer que se haga escuchar. Eso es lo que se viene a mi cabeza con una buena mujer. Pero aquí concuerdo con algo que dijo Bukowski sobre estas damas, son muy raras y es extraño que aparezca una. En fin, me lleve este pensamiento conmigo mientras caminaba y paso a paso se acercaba mi hogar. Me seguía mojando y yo seguía caminando.

Fue cuando estaba llegando muy cerca de mi casa que comencé a reírme. No producto de recordar un chiste o haber presenciado una situación vergonzosa sino porque verdaderamente quería reír. Ya no me bastaba con sonreír ahora por alguna razón me surgió la inexplicable necesidad de reír a viva voz en la mitad de la vereda. Y se sintió muy bien. Pero era extraño, sumamente extraño. Yo usualmente no soy así. Suelo ser amargado y pesimista, melancólico y solitario por lo que no comprendía cual era el motivo de esto. Pero aun así no paraba de reír. Y me gustaba cada vez más. Y luego me dieron ganas de cantar. Y empecé a cantar. Y cante fuerte y claro, continúe cantando hasta que arribe a mi casa. Una vez había entrado salude a mis dos perros y me adentre en mi habitación con ropas empapadas, pero con una sensación tan buena y liberadora que me gustaría hubiera durado para siempre.

Bueno por alguna razón he pospuesto escribir esto pero siento que vale la pena que tenga un lugar acá. Recuerdo, de una manera un tanto difusa debido al alcohol que había bebido, al salir de una fiesta me encontraba con un amigo y dos amigas. Las chicas alegres me gusta llamarles. S y T. Siempre sonrientes y un tanto ruidosas, pero eso supongo se debe a la alegría que tienen en su interior. Debo de decir que de vez en cuando es bueno juntarse con gente como ellas y no como yo, gente optimista por sobre pesimistas empedernidos. Pero bueno recuerdo que eran eso de las tres o cuatro de la mañana. Estábamos en la vereda de una calle solitaria y tenuemente iluminada sin ningún auto a la vista. Hacia bastante frió y la neblina cada vez crecía más y más y más. Estábamos los cuatro alrededor de uno de estos canastos metálicos donde la gente deposita sus bolsas llenas de basura. Esta se encontraba vacía. Fui el primero en apoyarme en esta fría estructura y dejé mi fiel botella de licor media llena al medio. De vez en cuando tomaba mi botella y tomaba grandes sorbos de aquel elixir. Las chicas no parecían tener gran interés en beber conmigo y mi amigo estaba en gran medida borracho. Aun así, continúe bebiendo y charlando con las chicas alegres. Hablamos de muchísimas cosas, aunque en un inicio era algo así como conversaciones triviales llenas de chistes y comentarios que buscaban causar una carcajada, de hecho, recuerdo que tanto a S como a T les explique porque aquel licor que bebía ese día era uno de los mejores y porque me agradaba tanto, creo que hasta les di de probar, pero no les agrado mucho, o no tanto ya que no fueron tan solo un par de sorbos sino varios. Realmente no había profundidad en la conversación, pero a medida que fue progresando cada palabra parecía adentrarse más y más en el ser de cada uno de nosotros confesando secretos de quienes realmente somos sin siquiera saberlo. Comenzamos a tocar una serie de tópicos que parecían no tener fin y siempre llevaban a otros. Desde la amistad a las parejas. Desde la confianza a la traición. Desde el amor al odio. Desde la felicidad al placer. Desde el placer al sexo. Desde el sexo a las creencias. Admitiré que entremedio de la conversación bebí bástante hasta el punto en que la botella de licor se acabó. Estaba borracho, pero en mi opinión eso en ciertas ocasiones simplemente le otorga más magia a las cosas y esta era particularmente una de esas situaciones. La conversación tomo múltiples direcciones e incluso en un momento tanto S como T intentaron idear historias conmigo, me pidieron que improvisara una historia con ellas y de vez en cuando intervenían y era la primera vez que me paso eso. En un momento dado T fue donde mi amigo y estuvieron conversando largo rato juntos sentados, no sé muy bien que ocurría allí pero no me moleste en interpretarlo, la noche se prestaba para que sucedieran cosas sin necesidad de analizarlas. Bueno entonces me encontraba solo con S alrededor del frió canasto y continuamos charlando cada vez de cosas más profundas. Recuerdo que de la nada ella me contaba cosas personales de ella y a la vez yo a ella. Hablamos de muchas cosas, pero si no me equivoco particularmente de tres, amor, sexo y felicidad. Aquí ambos fuimos muy francos y compartimos diferentes visiones, consejos de uno hacia al otro y debo de decir que, entre la tenue luz, la amena charla, la neblina que parecía consumir todo y la mirada hacia los ojos de S me dieron una agradable comodidad. Al hablar podía mirar a sus ojos y saber que todo lo que estábamos hablando era real y puro. Una conversación realmente buena. Me sentí bien. Luego si no me falla la borrosa memoria T volvió con nosotros y continuamos hablando todos de diferentes cosas hasta que la noche lentamente se nos fue. Recuerdo que fue un suceso sumamente peculiar, no sé si decir que fue algo poético, pero creo que fue algo verdaderamente lindo. Llegue a mi casa a hacer lo que siempre hago cuando la realidad me otorga momentos satisfactorios o dolorosos, me senté en mi escritorio a escribir.

© 2017 Vicente Santander


My Review

Would you like to review this Story?
Login | Register




Share This
Email
Facebook
Twitter
Request Read Request
Add to Library My Library
Subscribe Subscribe


Stats

202 Views
Added on May 15, 2017
Last Updated on May 15, 2017

Author

Vicente Santander
Vicente Santander

Santiago, Metropolitana, Chile



About
Amateur Chilean writer. Hoping to upgrade my writing thanks to this plataform. I am currently writing a three books saga while at the same time I write short stories. more..

Writing