Diario de Luis #5

Diario de Luis #5

A Story by Vicente Santander
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Diario de Luis el Cocodrilo. Quinto registro.

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Siento el viento en mi pecho, en mis mejillas, en mi pelo, en mi frente, y mis ojos. El sudor en mi cara y pecho se vuelve rápidamente más frío. Escucho los autos ir y venir por Ossandon, escucho a la gente en la plaza hablar, a los niños gritar y reír, a los perros correr y ladrar, a los padres orgullosos hablar con sus hijos. Escucho las hojas y ramas de los arboles mecerse con el soplido del viento, las aves en el enorme árbol arriba mío no paran de hacer ruido. Por otra parte, yo estoy callado. Vuelvo a colgarme en las barras y continúo ejercitando y como siempre mi mente esta en otra parte, en recuerdos melancólicos y nostálgicos. En pensamientos reflexivos efímeros que parecen desaparecer tan rápido como aparecieron. Lleno mis pulmones de aire y me coloco el audífono derecho de vuelta. Ahora no escucho nada más que mi música. Vuelvo a mirar hacia las barras y al colgarme vuelvo a elevarme del suelo cuantas veces me permitan mis brazos y espalda. Mientras descanso del ejercicio vuelvo a observar a la gente a mi alrededor, a los niños, a los ancianos y hasta las parejas enamoradas. Todos en diferentes etapas, todos con diferentes historias, diferentes alegrías y distintos sufrimientos. Al mirar a la pareja al otro extremo de la plaza no puedo evitar notar lo felices que se ven y el pesimista dentro de mi automáticamente se pregunta cuan felices ellos serán cuando lo que tienen ahora se acabe. Cuanto uno sufrirá, quizás más que el otro o si ambos serán miserables de una manera igual. Deje de mirarlos y voltee hacia el árbol frente a mí, cuyas hojas estaban marchitas y cada vez se veía más desnudo el árbol. Con cada arremetida del viento las hojas se desprendían del pobre árbol y volaban por un momento hasta tocar el piso dejando al árbol cada vez más indefenso y solitario. No pude evitar reflexionar acerca de esto. Estuve largo rato pensando y pensando acerca del pobre árbol y llegué a un pensamiento, una reflexión que la verdad la encontré muy acertada. Todas las personas en muchas formas somos como ese árbol, como todos los árboles. Me explico. El árbol en algún momento tuvo todas las hojas que veo ahora además de muchas más. Estas hojas eran llamativas, coloridas y nutrían al árbol. Le daban una alegría, una sensación de que todo está bien. Por ese momento el árbol se encontraba en su mejor posible estado. Estaba resplandeciendo y su vida era muy buena. Nada malo podía pasar porque tenía sus hojas. El árbol se veía alegre, se veía esperanzador y era hermoso. Esas hojas eran lo mejor que tenía y parecía como si todo estuviera bien. Lo más probable es que ese árbol pensó que todo estaría bien para siempre. Que esa paz que sentía jamás se iría. Pero después le llego la cruda realidad. El tiempo paso y las verdes y preciosas hojas comenzaron a perder ese brillo. Empezaron a marchitarse lentamente. Y de alguna forma aquello que en un momento le trajo tanta felicidad y euforia comenzó a desaparecer. Ya no era lo que antes, las hojas ya no eran lo que solían ser, pero aun así el árbol se aferraba a ellas todo el tiempo que pudiera. Se aferraba a cada una de ellas desesperadamente y solo cuando grandes vientos arremetían comenzaban a irse lentamente las hojas. Y en un momento dado tanto viento soplo que las hojas ya no podían aguantar una arremetida más con el árbol y lo abandonaron. Y el árbol se quedó solo y triste. Aquellos que lo veían se daban cuenta que ya no era lo mismo. Había perdido sus hojas, esa esperanza que irradiaba, esa felicidad innata que transmitía. Ahora todo lo que quedaba era la melancolía. Esa tristeza que otorgaba a la gente al ver todas las ramas completamente solas y desamparadas en el frío invierno. El árbol cambio. Ya no se veía bien, se veía más trágico. Y estuvo así muchísimo tiempo, aferrado a la nostalgia y la pena. Pero fue después de un tiempo que el árbol se dio cuenta que no había que estar tan triste, que podía volver a tener esta felicidad que en un momento dado sintió con sus antiguas hojas. Y después de tanto tiempo lamentarse por ya no tener sus hojas, después de tantas semanas queriendo volver a ser como antes, el árbol se dio cuenta que había cambiado. Que había crecido y que jamás volvería a ser como antes, pero eso estaba bien. Y fue en ese momento cuando nuevas hojas comenzaron a brotar. Volvió a irradiar esta alegría y esperanza. Volvió a nutrirse y siguió creciendo. Aquellas hojas que en un momento dado le dieron tanta felicidad habían cumplido su propósito, le ayudaron a crecer y a sentir la felicidad. Y fue gracias a esta tristeza que sintió que tuvo la oportunidad de crecer, de volver a amar la vida y volver a ser feliz. Y en un momento dado volvió a tener hojas, pero ahora como un árbol diferente, como un árbol más grande. Ahora miraba atrás a sus hojas antiguas y les agradecía por ayudarlo a crecer y finalmente comprendió que estuvieron junto a él todo el tiempo que pudieron. Y así es la vida. Llena de momentos que nos llenan de felicidad, personas, situaciones, cosas que llenaron nuestra vida de la alegría de la primavera y el verano. Pero nada dura para siempre. Habrá un momento donde hasta aquello que nos hizo tan bien se acabara y marchitara. Y nos sentiremos tristes y miserables. Pero será después de un tiempo que nos daremos cuenta que aquellas cosas perdidas nos hicieron crecer y deberíamos de agradecerlo. Y es en ese momento que nosotros hacemos que vuelva a llegar la primavera para uno mismo. Y podemos volver a amar y reír como gente nueva y más grande. Y en algún momento dado llegaran nuevas hojas.

El otro día estaba teniendo una larga conversación con el otro en la almohada a eso de las dos de la mañana. Fue en esta conversación donde sucedió algo muy raro. El otro y yo estuvimos de acuerdo. Lo que estábamos hablando era acerca de lo que es ser una buena persona. ¿Qué es una buena persona? Yo no tengo la más mínima idea, por mi parte yo estoy lejos de ser una. De partida lo que es bueno y malo se divide en una fina línea y puede verse teñido por factores culturales. Pero nos pusimos a pensar en por qué una persona hace cosas “buenas” (y pongo bueno entrecomillas ya que eso depende de la perspectiva, aunque hay ciertos actos universales que pueden ser considerados como algo bueno u algo malo). Y nos dimos cuenta de algo. Mucha gente dice que aquellos que hacen cosas buenas pensando en lo que el otro pensara al respecto serán personas que realmente solo llevan a cabo cosas buenas para agradar, para complacer, para intentar llevarse bien con otro. Lo que el otro y yo pensamos es que esta bien el hacer cosas buenas teniendo en cuenta a los otros, pero por las razones correctas. Si a una persona le nace hacer algo bueno debido a otro está bien. Pero está bien en la medida que lo que esté esperando del otro sea una sonrisa, sea una carcajada, ósea que sea algo que le trae cosas buenas a un otro. Aquel que usualmente no hace cosas buenas, pero lo hace porque quiere ver a una persona triste sonreír para mi es alguien extremadamente bueno. La persona que usualmente no se las da de chistoso, pero lo intenta para alegrar a alguien que le ocurrió algo malo es una buena persona. La diferencia está en aquellos que hacen cosas buenas para agradar a otros o simplemente porque al hacer eso recibirán algo a cambio, ellos no sé si son intrínsecamente “buenos”. Supongo que lo que intento decir es que aquella persona que hace algo “bueno” es aquel que se da cuenta que son las pequeñas cosas las que importan. Dejar que alguien llore en tu hombro cuando lo necesita, reírse con alguien cuando se requiere, incluso retar a alguien por su propio bien. La persona que abraza al que nadie lo abraza, la persona que decide sentarse con aquel que parece tener dificultad para hablar con otros, el que levanta a alguien del piso por el puro hecho de querer ayudarlo. Cosas como esas es lo que conlleva a ser alguien decente. Por lo menos es lo que el otro y yo creemos.

Caminaba el otro día por una calle solitaria y antigua. Las construcciones eran claramente viejas y estaban un tanto sucias. Tenían grietas en sus murallas al igual que las arrugas en la cara de un anciano. Me agradaba observar estas construcciones. Me traían asombro. Entre la serie de edificios que observe se encontraba una vieja iglesia católica. La mire detenidamente un largo rato. Una vez que ya la había ojeado lo suficiente continúe con mi caminata. Durante todo el trayecto esta iglesia no quiso abandonar mi mente. Y de la nada me vi a mi mismo reflexionando acerca de la religión. Particularmente la católica. Y si soy honesto me causo gracia. Sus postulados en mi opinión son tan utópicos y dicotómicos, tan alejados de la realidad que me causaban cierto grado de risa. Al otro lo instruyeron en esta religión, pero jamás la adopto en su corazón. Si bien tanto el otro como yo poseemos cierto grado de espiritualidad, esta se encuentra muy alejada de esta perspectiva religiosa. Pero continuando con lo que decía, me causa cierta gracia lo que propone la religión católica ya que está muy alejada de lo que viene a ser el día a día. Es tan dicotómica, tan poco integrativa…tan poco natural. La idea de que hay tan solo un Dios, un Dios todo poderoso y completamente bueno y lleno de bondad, y a la vez un Diablo, un ser de pura maldad y vileza, aquel que se rebeló en contra de las normas es catalogado como un ser ruin. Un gran exponente para cada bando. El ser totalmente perfecto y su contra parte totalmente mala. Luz y oscuridad. Donde está la realidad en eso. Yo me pregunto ¿Existe alguien completamente bueno y alguien completamente malo? Hay gente que tienden a acercarse hacia cierto lado, pero todos poseemos ambos polos, bondad y maldad. No somos seres dicotómicos, la naturaleza no es dicotómica. Pero la religión católica lo es. Esta claramente visto en sus propuestas: Dios, Diablo; Infierno, cielo; Demonios, ángeles. Se puede ver que esta religión casi intenta alejarnos de nuestra esencia, de la naturaleza de las cosas. La religión plantea que hay algo completamente perfecto y la realidad es que nada es completamente perfecto, no existe tal cosa y es por eso que uno se siente tan alejado a este Dios, por eso que este cielo parece algo tan utópico. Es por eso que parece ser que hasta en las cosas más naturales de la vida hay pecados. Por ejemplo: “No puedes tener sexo antes del matrimonio” ¿Por qué alejarnos de uno de los actos más naturales y placenteros que existen? El catolicismo trata de demostrar una idea de perfección que no existe. Trata de que la vida se viva en un solo polo cuando eso es imposible. En la naturaleza humana esta tanto lo oscuro como luminoso. Hay bondad y maldad en todas partes. Nunca me agrado mucho la religión católica. Incluso su modalidad monoteísta da cuenta de un factor que el humano siempre busca, pero nuevamente es antinatural: Que el poder está en solo uno individuo. Por razones como estas nunca me agrado.

Una religión que siempre la considere más integrativa en cuanto a la esencia, realidad y naturaleza humana vendría a ser la que correspondía a la mitología griega. Aquí no se ven Dioses bondadosos, compasivos y todopoderosos. Se ven dioses vengativos, perversos, morbosos y llenos de defectos. Al igual que los humanos. En esta mitología se podía apreciar traiciones, amoríos, adulterio, pasiones carnales, emociones descontroladas como ira o tristeza. Estos dioses eran más parecidos a los humanos, con estos dioses uno podía relacionarse. Hay incontables historias que plasman el parecido de estos dioses con nosotros. Incluso el mismo Zeus, el rey de los dioses, era un ser depravado, vengativo y cruel. De hecho, si analizamos como los dioses llegaron al poder se ve algo sumamente interesante. Los dioses, o los más poderosos son hijos de seres aún mayores y más viejos. Los titanes. Ellos poseían dominio sobre el mundo previo a los dioses. Pese a que Zeus era hijo de titanes, Cronos específicamente quien era rey de los titanes, debido a su codicia, sed de venganza y hambre de poder decidió derrocarlos y tomar su lugar. Y tuvo éxito. Gracias a esta rebelión derroco a su padre y a los demás titanes y se volvió el jefe del olimpo y los demás dioses. Ahora ¿A qué se parece lo anterior? ¿Acaso Lucifer no intento hacer lo mismo? ¿Derrocar a su padre para tomar su lugar mediante una rebelión? Zeus lo hizo, la única diferencia es que lo logro. Pero ¿Es Zeus vil? ¿Es la cara de la maldad? Por supuesto que no, posee actitudes y acciones deplorables, pero eso no lo hace un ser abominable y completamente malvado. Lo hace más humano, lo hace más real. Lo plantea como algo más natural. Todos sentimos avaricia en algún momento, todos buscamos rebelarnos, todos somos sexualmente morbosos. Estos dioses los eran. Por eso me agradan más.  

© 2017 Vicente Santander


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Added on May 7, 2017
Last Updated on May 7, 2017

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Vicente Santander
Vicente Santander

Santiago, Metropolitana, Chile



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Amateur Chilean writer. Hoping to upgrade my writing thanks to this plataform. I am currently writing a three books saga while at the same time I write short stories. more..

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