Las Flores SangranA Poem by Lia RiemannEl verano antes de morir, recordé los trazos de tus pinturas. Los contornos, al no servir, podían eliminar mis amarguras.
Podría decirse que quise asfixiar a los de tus bocetos, porque el día en el que moriste, todo me parecían esqueletos, todos con ése aire triste, cuando murmuraban tus secretos. Y uno de ellos me dijiste: Que ésas flores y ésos sujetos, te veían como a un chiste y hasta sus ojos eran violentos. No obstante, dulzura existe, pero ésa dulzura era el objeto de mi ira, pues consiste en ésa envidia hacia lo perfecto. Porque tú sólo mentiste, No soy sino mi nombre obsoleto.
Aquel otoño antes de irme, recordé las guerras en Jericó. Las armas y cuerpos firmes, y sé que ésa guerra nunca acabó.
Ahora abrazo el reflejo, de tu cuerpo desmembrado. Y éste beso que dejo, resulta de haber guardado, la voz con la que me quejo y de haber sacrificado, a la flor de tu bosquejo, aquel girasol llorando. Cada pétalo incomplejo, pero el sollozo enfatizado. Lloraba ante su espejo, viendo su mísero estado. Yo su muerte la festejo, porque al Sol nunca he observado.
Un invierno sin abrazos, aquellos del niño de acuarela, es truncar mis alas y brazos, o pasar enero sin una vela.
La escarcha me atiza, me captura con su frío. Detiene mi risa. Peces muertos en el río. La nieve me hechiza destroza el rostro mío. Y me vuelvo tiza después de tal averío. Si el sol aterriza, me escondo en el sembradío. Si el calor prioriza, Me dará un escalofrío. Y cuando graniza, yo me duermo en el rocío. Al llegar la primavera, ya había perdido mi memoria, Y perdí tus acuarelas, pero, ¿cómo pude olvidar tu gloria?
Me alimentaba de fuego, me alimenté de sangre y de suero. Permitirme un beso te ruego. Una danza con tu cuerpo en cuero. Pinté sobre tu piel de hielo y un color pálido usé primero. Hice una flor de las que hiero, y tomé un color oscuro luego. Regresarte a la vida quiero, pues sin tus dulces trazos, muero. © 2014 Lia Riemann |
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