¿Has visto tu sombra?A Story by Enrique Caballero PerazaVan a leer a continuación un relato sobre el miedo que nos tenemos a nosotros mismos, a la parte oscura de nuestro ser.Van a leer a continuación un relato sobre el miedo que nos
tenemos a nosotros mismos, a la parte oscura de nuestro ser. Hagámonos la pregunta: ¿Qué seríamos capaz de hacer en el
supuesto de que tuviéramos poder y nuestros actos no tuvieran consecuencia? El
resultado de esta reflexión… puede llegar a ser escalofriante. Lea bajo su propio riesgo, al finalizar, con una mirada de reojo cheque el movimiento de su sombra. ¿Está ahí? Ten cuidado… tal vez, la sombra pueda estarte vigilando en ese momento.
¿Has visto tu sombra?
Enrique Caballero Peraza.
Si hay
algo que nos salva en este mundo... es la incapacidad de la mente humana para
correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una isla de ignorancia en medio
de los mares negros del infinito…
Hay
terrores que caminan por los pasillos de los sueños cada noche, que embrujan el
mundo de los sueños, terrores que pueden relacionarse con los aspectos más
mundanos de la vida cotidiana.
H. P. Lovecraft & August
Derleth
No
soy una persona miedosa, nunca lo he sido, de niño me reía cuando mis hermanos
mayores me intentaban atemorizar con amenazas que sabía inexistentes, tampoco
he sido nunca alguien aficionado a la fantasía, nunca creí en las hadas, ni en
los unicornios y dejé de tener fe en Dios, al mismo tiempo casi que dejé de
creer, que los regalos de fin de año, los trae un viejo gordo, vestido de rojo.
Tampoco puedo considerarme como
alguien valiente, dicen que para poder demostrar el valor, tiene que vencerse
en algún momento el miedo, esto es algo que valdría la pena intentar, pero mi
miedo es tan grande que no creo poderlo vencer.
Me imagino que han oído ustedes la
expresión: “Es tan miedoso que le teme a
su propia sombra”, bien, podríamos asumir que ese es precisamente mi caso,
salvo que yo le tengo pavor, exclusivamente a mi sombra, déjenme explicar los
motivos.
Mi
sombra me ha acompañado desde antes de que yo tuviera conciencia de ella,
normalmente no le ponía ningún interés, salvo cuando trataba de hacer juegos
chinescos sobre las paredes, colocando las manos de una forma particular,
tratando de reflejar a un perro, un murciélago, o un rostro humano.
Con excepción de esas contadas
ocasiones, llegaba a olvidarme de que mi sombra existía, hasta que un sábado,
después de la comida, en una soleada tarde que amenazaba con convertirse en una
noche de sofocante calor de verano, caminaba hacia el sur al lado de un muro,
sin un libro en la mano, ni audífonos para escuchar música, ni siquiera un buen
paisaje que disfrutar, estaba solo ante la calle solitaria, el sol hacía que mi
sombra quedara reflejada hacia mi izquierda, así que empecé a observarla, veía
como se movía a mi voluntad, siguiéndome, como un esclavo atado permanentemente
al ente original que era yo.
Dejé de pensar en ella y seguí
caminando, últimamente había subido un poco de peso y consideraba que las
largas caminatas elevarían mi consumo calórico y por ende lograría reducir mi
talla.
Sonó mi celular y me apresuré a
contestarlo, desde hace semanas había habido un exceso de trabajo en la oficina
y no podía darme el lujo de estar incomunicado ni un minuto, fue en ese momento
cuando, con el rabillo del ojo, logré percibir una discrepancia, yo aún
intentaba sacar el teléfono del bolsillo de mi pantalón, cuando me pareció que
mi sombra reflejaba que ya estaba hablando por teléfono, tomé la llamada
desconcertado y me volteé de cara al muro, asumí que había sido un error de
apreciación de mi parte, o que la combinación de alguna otra sombra "de un
árbol, por ejemplo" mientras caminaba, me había hecho ver eso, pensarán que
estoy loco, pero la verdad es que moví mis brazos, alternativamente, para
constatar que mi sombra seguía mis movimientos, reí por lo bajo y pensé que
sería una buena anécdota para contar a los amigos.
Una buena película de Peter O´Toole,
sobre Enrique II Plantagenet, siguió a la lectura de Impostor de Phillip K.
Dick, que solo abrió mi apetito por el autor, el cual me hizo desvelarme al
empezar y terminar la novela El hombre en el castillo.
No daban las ocho de la mañana, cuando
el timbre de la puerta sonó un par de veces, como pocos conocidos tienen mi
dirección y mis verdaderos amigos saben que es preferible llamarme, antes que
aparecer sin invitación, pensé que podía ser alguna emergencia, me vestí
rápidamente y al abrir la puerta me
encontré con una anodina mujer de falda y cabello gris, el cual lo usaba recogido
en un pequeño y amorfo chongo, sin una gota de maquillaje, no tuvo que decir
una palabra, sus ojos hablaban de fuego y condenación eterna, era una Testigo
de Jehová que estaba difundiendo su "para ella" sagrado mensaje, con una
devoción desbordada, debía ser nueva en la ruta, sus compañeros habituales
estaban avisados de lo irregular de mi horario y que detestaba ser molestado.
" ¿Podría pasar a darle la palabra
de Dios?
" ¿Qué le hace pensar que le voy a
permitir la entrada a mi casa?
"Si me da unos minutos, le aseguro
que será una excelente inversión para su alma.
"Yo no tengo alma, señora.
"Señorita y todos tenemos alma…
"Lo siento.
"No se preocupe, sé que no soy tan
joven.
"No, no me estoy disculpando, lo
siento por usted, si a su edad no encontró ningún valiente que le hiciera el
favor, estoy seguro de que ya no lo encontró nunca, ahora entiendo que no tenga
nada mejor que hacer, que ir el Domingo a despertar gente.
Abrió su boca, sorprendida, tal vez
si la hubiera dejado, hubiera intentado seguir argumentando, pero no quería ser
más rudo de lo que ya había sido. Cerré la puerta, suavemente, pero con
firmeza.
El día transcurrió normalmente, tenis
al mediodía, dominó con los amigos y una película por la tarde.
Para la noche ya me había olvidado
del incidente, leía un libro de psicología del aprendizaje para preparar una
conferencia, no había cenado formalmente y ya pasaba la medianoche, el hambre
me venció y fui a la cocina a ver que podía encontrar en el refrigerador para
una cena rápida.
Caminé con la luz de la sala
apagada, el pasillo estaba despejado y el refrigerador estaba al frente de la
puerta de la cocina, abrí la puerta del mismo y la luz interna del
electrodoméstico me iluminó, durante un segundo, pude ver como la sombra de mi
mano se adelantaba a tomar un pedazo de queso que había dejado sobre un plato
en el estante del medio, brinqué hacia atrás, prendí la luz de la cocina, y ahí
estaba otra vez, todo normal. Perdí el apetito, tomé una copa, la llené con
Armagnac y la tomé de un solo trago, me serví otra, esta fue degustada más
lentamente en el interior de mi habitación, acompañada con un cigarrillo sin
filtro. No pude dormir, tuve que rebuscar en el cajón de las medicinas, para
encontrar en el fondo un comprimido de dos miligramos de flunitrazepam que
acompañé con el alcohol. Finalmente pude conciliar el sueño.
Al día siguiente, inmerso en la
rutina cotidiana y en un agotador ritmo laboral, pude olvidarme de la sombra
por momentos, la luz artificial de la oficina, que emanaba directamente de todo
el falso plafón, no daba mucho margen a que se formara una sombra y las
llamadas, algunas urgentes y otras sociales, me hicieron escaparme de la
realidad durante un tiempo. Dejé de pensar en la sombra, pero ella estaba ahí,
junto a mí, unida conmigo.
Al llegar a mi casa, en el silencio
y soledad de la habitación, el miedo empezó a hacer presa de mí, además mi
dotación de cigarrillos se había agotado y fumador como soy de tres cajetillas
diarias, era impensable que podría dormirme sin mi dosis habitual de nicotina,
la tienda "abierta las veinticuatro horas" estaba a dos cuadras de mi casa, así
que preferí dejar el coche en el garaje, tomar mis llaves, mi cartera y salir
caminando al aire fresco de la noche; las siempre solitarias calles, tal vez
podrían ayudarme a tranquilizarme un poco más.
El aroma a eucalipto que se percibía
en el jardín, me hizo inspirar profundamente, al caminar, pude percatarme de la
eficiencia del alumbrado público en el área donde vivo, cada farol prendido
emitía su propia sombra, así que no era una, eran dos, tres, cuatro diferentes
sombras que se proyectaban a mi lado, de diferente intensidad, parecía que
luchaban entre ellas, para determinar la dominante, como si de una contienda a muerte se tratara.
Regresaba lentamente, después de
haber comprado mis cigarros "huelga decir que ya había prendido el primero"
cuando vi que veinte pasos adelante, caminaba la hija de mis vecinos, una
pequeña beldad de no más de dieciséis años, delgada, pero bien formada, le
faltaba aún desarrollar sus senos, pero la parte más visible de su anatomía,
que era de la cintura para abajo, no necesitaba desarrollarse más, así como
estaba, se veía perfecta, me imaginé lo que sería colocar mis manos en su
cintura y descenderlas por la curva de sus nalgas, cuando en ese momento, mis
cuatro sombras se unieron formando una sola, que con voluntad propia, alargó
las manos y con la punta de los dedos; la tocó.
La joven se estremeció de la
impresión volteando de inmediato, al verme tan lejos y darse cuenta de que no
había nadie detrás de ella, en lugar de tranquilizarse, al no ver una amenaza
directa, logró percibir la maldad, su temor se convirtió en pánico, un terror
irracional que la hizo correr despavorida, la sombra de mis manos se alargaron
sin éxito, la habíamos dejado ir.
Me di entonces cuenta que mi sombra
si se movía, pero solamente como una manifestación de lo que yo quería hacer,
ya fuera contestar el teléfono, comer un poco, o tocar a una seductora
jovencita, no es que mi sombra me hiciera una mala jugada, no, por el
contrario, solo se estaba anticipando a mis deseos, me sentí poderoso, había
descubierto que podía manipular el comportamiento de mi sombra, tal vez si
intentaba practicar con ella, podría lograr algo más.
Me pasé toda la noche intentando que
mi sombra hiciera algo distinto a seguir mis pasos, fue inútil, o se había
cansado por el esfuerzo o simplemente no estaba diseñada para complacerme, tal
vez requería que realmente deseara
algo para que esto se produjera.
Afortunadamente no le había
comentado a nadie los incidentes, primero, pensarían que estaba zafado,
segundo, podría limitarme en el caso de que pudiera dominar su acción. Si tenía
un poder tan grande, debía mantenerlo en secreto.
La siguiente semana sería mi
cumpleaños, pensé que era momento de hacerme un buen regalo y fui a la joyería
de marca donde frecuentemente realizaba “compras de aparador” observando tan
solo los diferentes anillos; había uno en especial, con una esmeralda al centro
y brillantes pequeños enmarcando la piedra principal, que me llamaba la
atención, nunca preguntaba el precio, sabía que estaba por arriba de mi
presupuesto, hice que el dependiente me mostrara algunos modelos más sencillos,
cuando pude notar que mi sombra cubría por completo la vitrina, logré distraer
al vendedor por unos segundos, mientras instaba a que mi sombra se apoderara
del anillo de esmeralda, rápidamente lo tomó y lo puso en mi bolsillo, salí sin
comprar nada, pero con el anillo en mi poder, me lo puse en el dedo anular de
la mano izquierda, cerré está en un puño y pude ver a contraluz como el anillo
se destacaba en mi sombra, sonreí y sentí
como la sombra me sonría a su vez.
¡Tenía el control! Lo que podíamos
lograr mi sombra y yo era inimaginable, podía ser un agente secreto, un ladrón
de altos vuelos, podía incluso ayudar a la gente cuando lo requiriera sin
necesidad de exponerme, sería un héroe en la sombra finalmente, porque no iba a
exhibirme al escrutinio público, no importaba, disfrutaría aún más el
anonimato, las posibilidades no tenían límite.
El sábado por la noche me fui de
juerga, bailé en la disco, mientras mi sombra bailaba también mezclándose con
las otras sombras, ahí me di cuenta de que interactuaban entre ellas, se
entrecruzaban y sobreponían en la pista de baile, en una especie de orgía sin
fin.
Amanecía ya, cuando llegué a mi
casa, me bajé del auto para abrir la puerta y entrar, cuando vi subiendo por la
esquina a la intrusa misionera, poniendo una cara de hipócrita reprobación por
verme llegar a esa hora, en lo que
parecía un estado inconveniente, ¡como la odié, en ese momento!
Hubiera querido que se acercara,
decirle un par de frescas y meterme a mi cama a dormir la mona, pero no… el sentimiento que tuve
hacia ella fue poderoso, mi sombra lo interpretó de inmediato, fue hacia ella,
la tomó con sus manos por el cuello y apretó, apretó… apretó… hasta que cayó inerte
sobre el pavimento.
¡Yo no había querido matarla!
Simplemente no pude controlarla, mi sombra era como un animal, o como un niño
que no tiene ningún sentido de contención, y que no puede ser frenado por
la moral o por el concepto del bien y el
mal.
Me di cuenta demasiado tarde, mi
sombra era un psicópata, hacía lo que quería, en el momento en que lo deseaba,
sin importarle costo o consecuencias.
Tomé otra pastilla, que combinada
con el alcohol, me produjeron una muy necesaria amnesia momentánea, llegué a
pensar que solo había sido una pesadilla, hasta que leí en el periódico del
lunes todo sobre el asesinato de la mujer, no solo había muerto estrangulada,
la presión a la que su cuello fue sometida, hizo que su tráquea se perforara y
las vértebras cervicales se fracturaran, una foto de la cabeza desmadejada, en
una posición antinatural sobre el cuerpo, demostraban la explicación forense
que informaba el diario.
Prácticamente no pude trabajar
durante toda la mañana, contestaba con monosílabos a las interrogantes de mis
compañeros, cerraba los ojos y repetía la escena, una y otra vez en mi mente,
de mi sombra alargando las manos y tomando a la vieja por el cuello, sentí
miedo y al mismo tiempo, tengo que confesarlo, una maníaca embriaguez de poder.
Por la tarde no tenía la fuerza, ni la
voluntad para pararme de la cama, pero no contaba con una cosa, mi sombra si
quería salir, de la misma manera con la que ella me seguía normalmente, ahora
yo tenía que seguirla a ella, no podía resistirme, era como si mis
articulaciones estuvieran unidas por hilos invisibles de titiritero, ya no tenía
yo control sobre mi sombra, ella tenía control sobre mí. El esclavo ahora era
yo.
Cuando venía de regreso, después de
una larga caminata, vimos a mi joven vecina, adivinando las intenciones de mi
Némesis, alcancé a gritar…
" ¡Corre! ¡Huye! ¡Métete a tu casa!
¡Aléjate de mi sombra!
La sombra, molesta probablemente por
lo que supuso era una traición de mi parte, me obligó a acercarme a ella,
dispuso de mi cuerpo a su voluntad, y las manos que se cerraron sobre el cuello
de la chica ya no fueron las de mi sombra, eran las mías, como reflejo a lo que
ella ordenaba.
Dejé caer a la chica muerta a mis
pies y corrí a la casa, tenía que hacer algo, no sabía como, pero tendría que
vencerla, me metí a mi recámara y apagué todas las luces, si no había luz, no
habría ninguna sombra proyectada, acabaría con el problema, pero no… una vez
que las luces estuvieron apagadas, me sentí rodeado, no solo por mi sombra, por
legiones de sombras, esperando surgir, el mal se manifestaba alrededor mío en
su forma más pura, entraba por mi nariz, asfixiándome, poseyéndome.
Alguien tenía que ayudarme, no soy
religioso, pero hasta un exorcismo hubiera aceptado en ese momento de buen
gusto.
Hablé con mi médico de cabecera y
tan solo le dije que requería ayuda, mientras esperaba, prendí todas las luces
de la casa y coloque lámparas que me iluminaran desde distintos ángulos, para
evitar producir sombra alguna.
Tenía fiebre alta, estaba sudoroso
por el calor de las lámparas y temblaba hasta la última célula de mi cuerpo,
cuando mi médico llegó, me negué a que me sedara, le grité exasperado que yo no
había sido, que toda la culpa era de mi sombra.
Llamó al hospital, llegaron dos
enfermeros y me colocaron una camisa de fuerza, no sé cuantos días me mantuvieron
con sedantes y tranquilizantes mayores, resulté acusado de los dos asesinatos.
Mi abogado defensor me informó que alegaría locura temporal por stress laboral,
seguramente saldría libre.
Yo estaba al borde de un estado
catatónico, cuando pude percibir algo totalmente inusual, que me hizo
reaccionar de inmediato. ¡No tenía sombra! No importaba la posición en la que
me pusiera contra la luz, no emitía sombra alguna, eso me hizo de entrada
tranquilizarme, al principio quise comentar sobre el hecho a mis enfermeros, al
médico y a mi abogado, pero nadie me puso atención, todos pensaban que eran los
desvaríos enfermos de una mente desequilibrada.
Pedí mi computadora, para poder escribir y me la dieron, esperando que
eso me librara un poco de mis obsesiones.
Después… mi tranquilidad se
convirtió en angustia, me di cuenta que no era que mi sombra ya no existiera,
solo es que había escapado de mí, se había desprendido de su origen, había
evolucionado, ya no era mi sombra, era: La
Sombra, yo no era útil para ella de ninguna manera, de hecho era un
estorbo, yo podía contar lo que sabía sobre ella, no quería ni imaginar lo que
podría haber hecho estando suelta, tenía que intentar detenerla, por eso empecé
a escribir este relato, como una advertencia, sé que ya es demasiado tarde para
mi, tal vez no para ustedes, traten al menos, de ser posible, de vigilar de
repente a su propia sombra, la mía puede estar en cualquier casa, quizá ahí, en
donde alguien lee estas líneas, para mí, ya no hay futuro, por debajo de la puerta puedo ver como se
desliza una sombra oscura, negra, llena de rabia, de odio y de sangre, se incorpora
y toma forma delante de mí.
Se bien lo que hará, no hay escape posible, ya siento como me toma por el
cuello y empieza a apretar… a apretar…. a apret
Enrique Caballero Peraza es un médico, psicoterapeuta, historiador y
analista político, nacido en 1959, ha publicado una novela histórica: “Más allá
del tiempo”, tiene en prensa una novela de ficción terror llamada “El hijo de
la oscuridad”, el actual cuento: ¿Has
visto tu sombra? Es uno de los que componen su libro que publicará
próximamente: “Historias para leer de noche”.
© 2013 Enrique Caballero Peraza |
StatsAuthorEnrique Caballero PerazaAcapulco, Guerrero, MexicoAboutMi primer idioma es español, es la única lengua en que puede leerse (hasta el momento) lo que he escrito. Soy Médico, Psicoterapeuta y Politólogo. more.. |