Carta a las MusasA Story by Jose A. SolisEscrita entre 24/Jul/2018 - 27/Jul/2018CARTA
A LAS MUSAS Iba a tomarme
un tiempo para sentarme y escribir sobre como hace un año me estaba muriendo,
me estaba muriendo por ti, sobre como he avanzado tanto, y que si soy un hombre
nuevo, o que si no importa mucho de verdad en donde estés y, bla, bla, bla. Ya
hasta mí me parece tan cansado. Tan aburrido. Así como no importa mucho o casi
nada en donde estés, imagínate por un momento lo despreciable que es el cómo
nos sentimos ahora. La vida no tiene el mínimo interés de tu sentir; no se
detiene, no te espera, no hay tiempos fuera. Tal vez los existencialistas
(Camus cof cof) si hayan dejado huella después de todo. Esto no quiere decir,
querida musa, que no tenga interés en tu existencia actual o que me seas
indiferente. Veo que tomas decisiones, eso me gusta, me gusta tanto, que ese
sentimiento mitiga la desilusión cuando me doy cuenta que casi siempre no formo
parte de esas decisiones. Pero así es la vida, así eres tu musa, en un tiempo
alguien o algo es un pilar en tu día, luego tal vez un ornamento en tu cuarto
resguardado con celo para cuando se pueda ocupar, después (aun no termino) un
recuerdo olvidado lleno de pelusa y polvo debajo de tu cama, probablemente al
lado de un calcetín divorciado o de alguno de tus monstruos que ahí se
esconden. Ay musa, lo que si me atormenta es el imaginar, si estas decisiones
hubieran sido tomadas en el tiempo en que era un pilar-hombre, ¿cómo me
hubieras incluido en ella? Pero no hay que estancarse en un pensamiento tan
vago y tan pobre. ¿Qué le vamos a cambiar el pasado? Nada. No podemos, nadie
puede. ¿Aunque, si tu pudieras hacerlo, cambiar el pasado, te atreverías a
cambiar algo, musa? Podría apostarte que no cambiarias el mas mínimo detalle.
"____________ valió la pena" leí el otro día. No sabía si era verdad
o no, ahora veo que sí. Experiencia catartica escribir así, escribirte así. Mi café
se está terminando y ya puedo ver lo que alguna gitana o pitonisa utilizara
para leer mi futuro: " Hay un
hombre, un hombre que camina hacia adelante, pero desde su cuello hasta su
cabeza se encuentran volteando hacia atrás. Una imagen algo grotesca, desde su
tronco hasta sus pies están orientados hacia el mismo lugar, adelante; solo su
cabeza mira, desea quedarse atrás, como lo que los artistas españoles pintaban
en el siglo XVI sobre las criaturas que ellos imaginaban que iban a encontrar
en el nuevo mundo. Sus ojos que miran lo
que sus pies ya caminaron, puede ver como la encrucijada que se encontró hace
poco se vuelve más pequeña con cada paso que da. Era una encrucijada de tres
caminos, tres caminos que conocía, que de alguna manera u otra ya había recorrido
alguna vez. No se decidía por ninguno, y por eso no le importo romper reglas,
perderlo todo, crear enemigos… y comenzaba a caminar por uno, hasta encontrar
un puente para otro o en una ocasión en un túnel a oscuras para poder así caminar
un poco por el camino de en medio. Muy tarde fue cuando se dio cuenta que, en
el primer camino, ya estaba lleno el vacío que él quería llenar. En el de en
medio, el más bello de todos, ella no caminaba, corría lo más rápido que podía para
poder así alejarse de él. En el último, había una fiesta donde él no fue
invitado. No le importo nada, ni si quiera sacrificar su forma humana para
poder caminar los 3 caminos, y su castigo fue ese. Estar caminando hacia
adelante, pero siempre mirando hacia atrás. Viendo que su camino ya está
definido en tres vías, pero que poco importa lo que se vaya a encontrar, o por
cual sus pies decidan caminar, lo que el anhela está en el principio y no donde
está.” Vaya lectura
que me hicieron musa. Justo en el clavo. Ahora ya no es el mismo tiempo que
cuando escribía sobre esta catarsis. Ahora es tarde y me encuentro solo (¿Qué raro
no?) Solo porque no creo poder contar como compañía ya a mis marlboro 100’s o a
Chet Baker. Estoy tratando dejar de fumar, pero es difícil. Tú lo sabes. Sabes cómo
nos encanta esa sensación al encender el cigarrillo, también sabes y me
pudieras explicar lo que pasa en mi cerebro al momento de exhalar el primer
humo. Y me encanta que lo hagas. Me fascina escucharte, más cuando me hablas así,
de ciencia, con ambición, con entrega, con pasión. Hasta hace unos pocos días te
escuche discutir un poco, si le podemos llamar así. Me gustó. Pobre del que te
haga enfadar alguna vez querida musa. Yo sé que algún día ese pobre seré yo, y también
sé que, aunque sea yo quien será ofendido me pasará lo mismo que hoy. Escuchar
tu voz rasposa, picante, que quema. Que sigue teniendo ese toque de dulzura y
de mujer pero que al momento de llegar a tu receptor le arde. Una maravilla.
Tal vez sean tus labios lo que le imprimen tanto a tu voz. O tal vez la forma
en que enciendes los cigarrillos, más aún la forma en que con tus dientes
destruyes el encapsulado de menta, justo como el que tienen estos marlboro 100’s.
La verdad es que ya dejé de seguirte la huella. Honestamente no sé dónde estás.
Pero eres una especie de Etoile du matin,
de Alice Munro. Sé que regresaras. Y cuando lo hagas te estaré esperando
con unos cigarros, probablemente los de la cajetilla azul que tanto te gustan,
alguna historia de esas que solo a mí me pasan, y unos oídos para escucharte
toda la noche o toda la cajetilla. Lo que más nos dure. Ahora sigue
siendo más tarde y ya no tengo cigarros, así como tampoco tengo tu atención. A
veces me pongo a pensar, que como a ti que te gusta como huelen los cigarros, a
mí me gusta perder tu atención. Y tengo una perfecta explicación para ello.
Cuando llegas, tirando puertas y revolviendo corazones, provocando miradas
perdidas en tus ojos y movimientos intencionales para acercarse a ti, existe
algo dentro de mí que comienza a construir paredes. Un fuerte. Nada entra al
fuerte, y más importante nada sale. Mientras el fuerte se termina, toda tu
persona se comienza a ser mi único objetivo, activas en un par de movimientos rápidos
de tus muñecas para sacudir tu cabello mis antiguos y oxidados ojos-imán. Y me
gusta. Luego empiezan las bromas y las risas y me gusta más. Por qué reímos
como si nunca hubiéramos reído, como si en todo el día nunca hubiéramos sonreído,
y lo sabemos y lo sentimos y nos gusta. A veces también me pregunto si tu
construyes tu propio fuerte cuando me ves. Que hace un calcetín en tu bolsa no
lo sé. Y ya no me gusta. Ahora me encanta. Mi fuerte ya está construido y
listo, pero ya es muy tarde para mis ojos-imán que no pueden permitirse el lujo
de perder alguno de tus movimientos. Y
luego ya es de noche, como ahora, y ya te tienes que ir, también como ahora, y
luego nunca te tengo, como siempre. Y llega lo insoportable, estar tan
cerca como para sentirte, para hacerme recordar tantos años solamente con el
olor que desprende tu cuello, la vibración de tus venas gritándome miles de
cosas delatándote de sobremanera pero tu boca cerrada, la suavidad de tu hombro
que en otra vida ya había sentido. Despedirnos. Pero y luego pasa lo asombroso.
Me traiciono a mí mismo, me hago dueño de mí mismo, tumbo con mis propias y
desnudas manos mi fuerte, y empiezo a hablar, y mi intención no es pura, mi intención
es que mis palabras, todo lo que no permitía salir, sean las que destruyan tu
propio fuerte. Me gusta pensar que, como yo, destruyes también con tus propias
manos el tuyo, y mis palabras son meras señales de presencia y apoyo. Y
entonces sucede. Lo que no se permitía salir ni entrar, empiezan a adueñarse del
lugar, de los cuerpos, se instalan primero en el corazón, porque saben que es
el que tiene el control, no creen las mentiras que les dicen los científicos
que el cerebro es el órgano maestro y controlador, si no nos creen nada más
escuchen lo que están a punto de decirse estos dos. Y empiezo yo, empiezo a decirte en donde
estoy, que quiero ir contigo, pero que tengo miedo, que no quiero regresar a la
oscuridad tan rápido. Yo solo escucho cosas lindas y flores y amor de tu parte,
pero llegas al final para incendiar todo y no dejar más rastro que cenizas. Y
yo me quedo solo en la oscuridad, a donde no quería llegar, de donde he salido
para encontraste. Y como ya no estas recojo las cenizas de tus palabras y les
empiezo a dar forma a mi mejor entendimiento, el resultado son palabras vacías
y abstractas, pero que amo porque son tuyas, son tuyas, aunque sean ceniza. Y
las adorno y las encuadro, las cuelgo en la pared y son mi orgullo, aunque sean
ceniza. Y las presumo solo con mis más cercanos amigos y digo que valen oro y
que pueden ser algo más, aunque sean ceniza. Por eso digo que me gusta perder
tu atención. Porque se me olvida que me dejas en la oscuridad queriendo,
cuidando, respetando, presumiendo y adornando ceniza. Y la ceniza tiene su
lugar. Ya me conseguí
otro café. Pero en la próxima carta (si es que hay otra) les digo que es lo que
la gitana leerá en mi taza. Esta coqueta la taza, les gustaría si la pudieran
ver. Siempre
Suyo -A.S. © 2018 Jose A. Solis |
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Added on July 26, 2018 Last Updated on July 26, 2018 Author
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